jueves, 11 de junio de 2020

Residencias de Mayores

La niña bonita de Casado en Madrid puede pasar a ser la niña de 'El exorcista'La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante su comparecencia ante los medios de comunicación, en la visita que ha realizado este sábado al Hospital temporal para pacientes COVID-19 abierto hace 3 semanas por el Gobierno autonómico en Ifema.

Las esperanzas de Pablo Casado en el Gobierno de Madrid como símbolo de la gestión del PP tropiezan con la pelea de dos consejeros por la situación de las residencias en la pandemia

Como describe un afectado de una de las Residencias de Comunidad de Madrid

Adolfo vive en la residencia pública madrileña Doctor González Bueno, una de las mayores de España (tiene 600 plazas) y de las pocas que gestiona directamente la Comunidad de Madrid. Su relato confirma, desde dentro, lo que familiares, empleadas y ayuntamientos han denunciado desde fuera: que las residencias no se han medicalizado –aunque en algunas hay apoyos sanitarios externos puntuales– y que los traslados al hospital fueron negados sistemáticamente en lo peor de la pandemia por orden del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso. Desde marzo han muerto más de un centenar de usuarios en esta residencia, según las trabajadoras. No hay datos oficiales públicos. Son más de 6.000 en los 475 geriátricos de Madrid, según las últimas cifras trasladadas al Ministerio de Sanidad por el Ejecutivo regional.


"Había una orden, no sé si escrita o no, de no medicalizar la residencia porque éramos todos viejos y no importaba que muriésemos", asegura al otro lado del teléfono. "No se trasladaba a nadie. Los aislaban en un cuarto y les daban un antibiótico. Los médicos desaparecieron, el personal en general. No sé si se fueron, si se dieron de baja o si murieron. La situación era inmanejable", prosigue el residente, que, pese a tener una cardiopatía y alguna otra dolencia, caminaba de forma autónoma varios kilómetros cada día. Con el encierro ha subido nueve kilos. Lo dice la báscula que tiene en el baño.

Su mejor compañero, Félix, falleció como otras decenas de personas con las que se cruzaba habitualmente en el comedor, en la sala de estar o en el jardín. Cuenta que consiguió "contrabandear" un móvil para poder comunicarse con él cuando ya nadie podía verle. Desde el interior de su habitación, tumbado en la cama de noche, identificaba un sonido que se repetía día tras día. "La única cosa que podía percibir era la salida nocturna de los coches llevándose los cadáveresSe escuchaba el ruido del camión saliendo, las puertas de la morgue abriéndose", describe.